Paula Hdez. Venancio - Colaboradora de Cope Salamanca |
La verdad es que en las circunstancias en las que se encuentra el
Salamanca (deportiva y administrativa) lo más fácil sería seguir
escribiendo líneas sobre lo mal que está la Unión y pensar que con la
Semana Santa acechando solo queda rezar a todos los santos para que esto
no vaya a peor.
Aun así, la UDS no debe rendirse. Sí, ahora es uno de esos momento complicados en los que rendirse y bajar los brazos sería lo fácil. Pero una cosa tengo clara: lo difícil no es caer sino volverse a levantar. Y en estos momentos la unión necesita retomar el vuelo y para ello, precisa del apoyo de sus verdaderos amigos: la afición, los incansables.
Como charrita he vivido los mejores momentos de la UDS y cómo no, los peores, pero lo que nunca dejaré de sentir es ese sentimiento que te empuja a seguir dos colores: el blanco y el negro. Yo crecí con la UDS, crecí sin faltar un domingo al Helmántico, lloviese, hiciese frío o un sol que ni te dejaba ver. Desde que mi padre me llevaba de la mano hasta que comencé a ir sin él. Cada quince días los domingos estaban reservados para todo un ritual: el bocadillo, las pipas, ir andando hasta el Helmántico y mezclarte por el camino con el resto de afición. Ir a ver al equipo charro no era pasar 90 minutos era vivir un cúmulo de experiencias y dependiendo del resultado sentimientos cruzados.
Como decía Nelson Mandela "I just a dream", el mío: volver a ver a la UDS en el lugar que nunca debió abandonar y en las circunstancias administrativas a las que nunca debió llegar.
Aun así, la UDS no debe rendirse. Sí, ahora es uno de esos momento complicados en los que rendirse y bajar los brazos sería lo fácil. Pero una cosa tengo clara: lo difícil no es caer sino volverse a levantar. Y en estos momentos la unión necesita retomar el vuelo y para ello, precisa del apoyo de sus verdaderos amigos: la afición, los incansables.
Como charrita he vivido los mejores momentos de la UDS y cómo no, los peores, pero lo que nunca dejaré de sentir es ese sentimiento que te empuja a seguir dos colores: el blanco y el negro. Yo crecí con la UDS, crecí sin faltar un domingo al Helmántico, lloviese, hiciese frío o un sol que ni te dejaba ver. Desde que mi padre me llevaba de la mano hasta que comencé a ir sin él. Cada quince días los domingos estaban reservados para todo un ritual: el bocadillo, las pipas, ir andando hasta el Helmántico y mezclarte por el camino con el resto de afición. Ir a ver al equipo charro no era pasar 90 minutos era vivir un cúmulo de experiencias y dependiendo del resultado sentimientos cruzados.
Como decía Nelson Mandela "I just a dream", el mío: volver a ver a la UDS en el lugar que nunca debió abandonar y en las circunstancias administrativas a las que nunca debió llegar.