Jesús Macías Iglesias - Peña Unionista Imperio Charro |
Desde el comienzo de la humanidad, civilizaciones enteras han construido
su historia con su propia esencia como ilustre distintivo, muchas veces
en contra de la adversidad. Se valieron de lo que tenían a su alrededor
y no con más porque no tenían posibilidad. Tras la derrota entre semana
de nuestra Unión contra el Mirandés, líder de grupo y semifinalista
copero, ya sólo se vislumbra la extensa arena del desierto hasta el
final, con el único objetivo de andar y no morir, reflejado en los
cuatro puntos cardinales. Las palmeras con frutos que soñamos al inicio
de la travesía han quedado secuestradas en nuestros sueños, y todavía
hay que permanecer alerta para que ningún descuido en forma de mala
pisada nos lleve a arenas movedizas, letales para los incautos. Todo
ello para decir que estamos en terreno de nadie, que a falta de unos
meses para acabar el Campeonato de Segunda División B sólo resta
certificar la permanencia y no perder más dignidad deportiva de la que
ya hemos visto diluirse.
El futuro de la institución se va a desarrollar en un escenario árido parecido, y digo bien, el futuro, porque sí lo hay, porque los unionistas estamos dispuestos a caminar por donde sea, y porque al igual que el ermitaño perdido en medio del mundanal olvido vive con la naturaleza como único acompañante, nos encontramos en una situación de vacío y carentes de bebida y alimento, pero idónea para ser capaces de renacer sin haber muerto. La ausencia de casi todo nos permite reflexionar sobre los errores que hemos cometido en el pasado, sin espejismos que sesguen lo que hemos hecho y lo que debemos hacer. El club y la afición vamos a seguir adelante, amparados por la ilusión de un escudo que nos representa a toda la provincia. La arena eterna, que parece acelerar nuestra agonía, es parte de la solución pues supone el sostén que sienten los pies de los más fieles y en su profundidad se encuentra el agua que pueda aliviar nuestra sed cuando rebose en el oasis al que queremos llegar. Por ello, la implicación de toda la ciudad con el apoyo y el retorno a las gradas de los ausentes, por los motivos que fuere, es una asignatura pendiente para sumar fuerza en esta travesía. Debemos despojarnos de lo innecesario y saber a quién tenemos a nuestro lado para sujetarnos si notamos desfallecimiento. Las instituciones salmantinas, los medios de comunicación y las distintas asociaciones de la ciudad deben aunarse a un plan de salvación que también es suyo y que deben sentirlo así por el compromiso que tienen con Salamanca. Tenemos miles de relojes de arena rotos bajo nuestros pies, indicando quizás que el presente es nuestro y que tenemos tiempo de hacer un proyecto viable e ilusionante para el próximo curso. Querer es poder, en cualquier momento y en cualquier lugar.
Nos vamos a valer con lo que tenemos, sin regalos pero pidiendo manos tendidas. Queremos una directiva que asuma la responsabilidad de dirigir el camino, queremos una plantilla que sepa dónde está y lo que significa, queremos una población implicada con lo suyo, queremos una única mirada hacia delante por parte de todos, lo exigiremos y lo apoyaremos siempre. Me niego a ver que uno solo de los que estén a mi lado no crea en la salvación de una entidad que tiene como enseña el esfuerzo y la pasión por la vida. Tenemos que terminar la temporada lo más arriba posible, aprender de los daños de la irregularidad y no volver a permitir jamás que falte la sangre que corre por las venas de nadie que lleve nuestras siglas. Cuantos más seamos, más tendremos y antes llegaremos al final de la llanura donde las palmeras no sean imaginarias y confirmen que lo hemos hecho bien, que tenemos vida y la tendremos siempre que sigamos caminando pese a nuevas épocas de destierro. Y así, generación tras generación, poder seguir ondeando las banderas al viento gritando eso de "cómo no te voy a querer, cómo no te voy a querer, si te acompañé en el desierto de Segunda B...".
Juntos siempre podremos.
¡HALA UNIÓN!
El futuro de la institución se va a desarrollar en un escenario árido parecido, y digo bien, el futuro, porque sí lo hay, porque los unionistas estamos dispuestos a caminar por donde sea, y porque al igual que el ermitaño perdido en medio del mundanal olvido vive con la naturaleza como único acompañante, nos encontramos en una situación de vacío y carentes de bebida y alimento, pero idónea para ser capaces de renacer sin haber muerto. La ausencia de casi todo nos permite reflexionar sobre los errores que hemos cometido en el pasado, sin espejismos que sesguen lo que hemos hecho y lo que debemos hacer. El club y la afición vamos a seguir adelante, amparados por la ilusión de un escudo que nos representa a toda la provincia. La arena eterna, que parece acelerar nuestra agonía, es parte de la solución pues supone el sostén que sienten los pies de los más fieles y en su profundidad se encuentra el agua que pueda aliviar nuestra sed cuando rebose en el oasis al que queremos llegar. Por ello, la implicación de toda la ciudad con el apoyo y el retorno a las gradas de los ausentes, por los motivos que fuere, es una asignatura pendiente para sumar fuerza en esta travesía. Debemos despojarnos de lo innecesario y saber a quién tenemos a nuestro lado para sujetarnos si notamos desfallecimiento. Las instituciones salmantinas, los medios de comunicación y las distintas asociaciones de la ciudad deben aunarse a un plan de salvación que también es suyo y que deben sentirlo así por el compromiso que tienen con Salamanca. Tenemos miles de relojes de arena rotos bajo nuestros pies, indicando quizás que el presente es nuestro y que tenemos tiempo de hacer un proyecto viable e ilusionante para el próximo curso. Querer es poder, en cualquier momento y en cualquier lugar.
Nos vamos a valer con lo que tenemos, sin regalos pero pidiendo manos tendidas. Queremos una directiva que asuma la responsabilidad de dirigir el camino, queremos una plantilla que sepa dónde está y lo que significa, queremos una población implicada con lo suyo, queremos una única mirada hacia delante por parte de todos, lo exigiremos y lo apoyaremos siempre. Me niego a ver que uno solo de los que estén a mi lado no crea en la salvación de una entidad que tiene como enseña el esfuerzo y la pasión por la vida. Tenemos que terminar la temporada lo más arriba posible, aprender de los daños de la irregularidad y no volver a permitir jamás que falte la sangre que corre por las venas de nadie que lleve nuestras siglas. Cuantos más seamos, más tendremos y antes llegaremos al final de la llanura donde las palmeras no sean imaginarias y confirmen que lo hemos hecho bien, que tenemos vida y la tendremos siempre que sigamos caminando pese a nuevas épocas de destierro. Y así, generación tras generación, poder seguir ondeando las banderas al viento gritando eso de "cómo no te voy a querer, cómo no te voy a querer, si te acompañé en el desierto de Segunda B...".
Juntos siempre podremos.
¡HALA UNIÓN!
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